En todas y cada una de las etapas de nuestra vida buscamos
ser felices, aunque esta felicidad siempre se ve reflejada de diferentes
maneras, pues en nuestra infancia ser felices es algo tan sencillo como tener
un juguete, salir a pasear, una golosina
y cosas que ahora a nuestro parecer son demasiado mundanas.
A medida que vamos creciendo la felicidad pasa a llamarse
colegio, dentro del gira todo nuestro mundo
y ahora nuestra felicidad depende de nuestros amigos, de nuestra
popularidad, de nuestras calificaciones
y de cómo lo verán en casa, es en esta etapa cuando el ¿qué dirán?
Empieza a preocuparnos y esto en ocasiones afecta nuestro bienestar.
Cuando llegamos a la adolescencia el papel de quienes nos rodea ya no es algo
que este en un papel secundario, ahora nuestro mundo gira en torno a las
personas que nos rodean, a nuestros familiares,
a nuestros amigos, a las personas que no son de nuestro agrado, a las
personas que nos llaman la atención, y en especial a aquellas que enseñan lo
que es la atracción y una nueva forma de amor.
Desde este momento serán los demás quienes manejen de manera
indirecta nuestras sensaciones y estados anímicos, las relaciones
interpersonales, las familiares y sentimentales
guiaran nuestras acciones, pero, qué
tan correcto es esto? En realidad debemos permitir que nuestra felicidad
dependa de los demás? No deberíamos
creer tanto que no hay nadie más que nosotros mismos para hacernos felices,
quizás el error este en que con el pasar de los tiempos se ha vuelto una frase
de cajón, una frase de superación que como todas las demás dejamos fluir con el
viento sin darle el valor que merece.
Pero no existe frase
más certera que esta, el ser humano en
su infinita capacidad mental procesa cada momento y sensación de una manera diferente a los demás, dando
así relevancia a cosas que para alguien más son un
sinsentido, y es ahí cuando queda más que comprobado que los dueños de nuestra
felicidad somos nosotros, nunca nadie sentirá la satisfacción de nuestros
logros pues para ellos solo serán metas simples y corrientes.
Así que frases como
¿qué dirán? ¿Qué van a pensar de mí? ¿Les gustara lo que hago? Son de una importancia casi nula en cuanto a
la realidad, que mas da lo que digan, hagan
o piensen, si solo nosotros somos
nuestros propios jueces, somos nosotros quienes sabemos cuánto cuesta conseguir las cosas, cuanto duele
perderlas y cuáles son nuestros
objetivos, pero en el plano socio-emocional
la opinión de las demás personas es lo más importante, de tal
manera que pueden perjudicar nuestro
estado anímico llegando en muchas ocasiones
a situaciones catastróficas, ejemplo de ello es el acoso escolar que en
muchos de los casos a terminado en suicidios o asesinatos, también lo son enfermedades como la bulimia y
la anorexia, en las que la imagen que proyectamos y la critica que recibimos
empieza a causar trastornos tanto
mentales como físicos.
Y aunque no cabe duda de que las personas que nos rodean nos
hacen quienes somos en muchas medidas, no deberíamos dejar que sean ellos
quienes guíen, y marquen nuestro camino.